Durante la mayor parte de mi vida pensé que la felicidad se encontraba en la constante búsqueda del placer y del confort hasta que pude probarlo el tiempo suficiente.
Pensaba que si algún día tuviera la vida resuelta dedicaría todo mi tiempo a aquello que me produjese placer, confort y entretenimiento.

Durante un tiempo, di de baja al despertador, jugué a videojuegos sin remordimientos, hice maratones de series y películas, leí tantos libros como quería, quedé con amigos y familiares hasta que ya no sabíamos de qué hablar, viajaba cuando me apetecía… 

En fin, dedicaba todo mi tiempo libre a hacer todo lo que se me pasara por la cabeza que ampliara mi zona de confort y aportara placer o entretenimiento a mi vida.

Al principio parece que te ha tocado la lotería, te sientes en la nube y solo deseas que eso sea permanente y no haya ningún trabajo u obligación que se interponga.

Pero, si te atreves a estar en esa dinámica el tiempo suficiente, puede que empiece a desmontarse todo aquello que identificabas con la felicidad.

Acabé tirado en el sofá derrotado porque todo en lo que creía que me hacía feliz ahora no me aportaba la suficiente motivación, satisfacción o realización interior como para levantarme si quiera.

Mi sueño se había tornado en pesadilla puesto que todo lo que se suponía que quería hacer entonces ya no me aportaba lo suficiente. ¿Y ahora qué?

Dado que las respuestas ya no parecían estar en el exterior, traté de buscarlas dentro de mí y fue entonces cuando comencé a entender que lo importante de una meta no era la meta en sí, sino en lo que te conviertes durante el camino. 

Comprendí y experimenté por mí mismo que el mayor logro no iba de acumular trofeos sino de superar tus límites a la vez que disfrutas del camino y que tenemos la capacidad de transformar cualquier experiencia en una oportunidad para hacernos mejores

Observé que nos obsesionamos con llenar nuestro exterior (ya sea físicamente o cubriéndolo de bienes materiales y de experiencias cada vez más extravagantes) pero olvidamos llenar nuestro interior, que es lo que realmente determina lo que nos importa de verdad en nuestra existencia.

Con todo esto, no quiero decir que sea un error ampliar nuestra zona de confort o dedicar tiempo a aquello que nos da placer y nos divierte. Sino que convertirlo en el objetivo de tu vida nunca te hará sentirte satisfecho y siempre buscarás más y más. Puesto que no es posible llenar tu vacío con más vacío.

Somos los responsables de llenar nuestras vidas de color y de transformar una situación dificil o aburrida en una auténtica aventura cargada de retos que nos conviertan en una mejor versión de nosotros mismos.

En resumen, aprendí que somos responsables de nuestra evolución, de nuestro crecimiento interior y de nuestra felicidad y te invito a experimentar el poder de aplicar esta visión a tu vida y descubrir hasta dónde podemos llegar.

¿Estás listo para dejar de posponer tu vida?